Pancho Madrigal (Francisco Javier Madrigal Toribio). Fue un destacado músico mexicano. Hizo estudios de pintura en su ciudad natal y en Estados Unidos . En 1968 ingresó a un coro folclórico, poco más tarde empezó a componer canciones y a hacer giras por el centro y occidente del país, integrándose a la corriente de la nueva canción latinoamericana. Entre 1974 y 1979 encabezó el conjunto Los Masiosares; más tarde volvió a la actividad solista. Algunas canciones suyas han sido interpretadas por Óscar Chávez, Caíto, Amparo Ochoa, Guadalupe Pineda y Alfredo Zitarrosa, entre otros. Premiado en varias ocasiones por su labor de difusión y por su aportación personal a la música mexicana, por gobiernos y asociaciones civiles de Jalisco. Entre sus canciones más conocidas están: El tigre y el nahual, Jacinto Cenobio, Julia de los caminos, La niña huichola y Los niños que nada tienen.
Pancho Madrigal (Francisco Javier Madrigal Toribio). Fue un destacado músico mexicano. Hizo estudios de pintura en su ciudad natal y en Estados Unidos . En 1968 ingresó a un coro folclórico, poco más tarde empezó a componer canciones y a hacer giras por el centro y occidente del país, integrándose a la corriente de la nueva canción latinoamericana. Entre 1974 y 1979 encabezó el conjunto Los Masiosares; más tarde volvió a la actividad solista. Algunas canciones suyas han sido interpretadas por Óscar Chávez, Caíto, Amparo Ochoa, Guadalupe Pineda y Alfredo Zitarrosa, entre otros. Premiado en varias ocasiones por su labor de difusión y por su aportación personal a la música mexicana, por gobiernos y asociaciones civiles de Jalisco. Entre sus canciones más conocidas están: El tigre y el nahual, Jacinto Cenobio, Julia de los caminos, La niña huichola y Los niños que nada tienen.
Las historias de este libro se disfrutan igual que las guasanas. A lo largo de estas páginas desfilan sabrosamente decenas de historias; unas, a todas luces inventadas, alternando con los temas tradicionales mil veces escuchados y recreados; pero eso no importa, porque no es un duelo de inventiva ni de buena memoria; es un desafío de ingenio en la palabra. En este encuentro el elemento a juzgar no será el tema, sino el lenguaje; un lenguaje ocurrente y mañoso, plagado de disparates, incongruencias y con un humor al más puro estilo cuenta-cuentero campesino. Al final de la lectura quedarán ya eternamente ligados guasanas y relatos, no sólo por asociación de deleites, sino porque, con el tiempo, uno reconoce los mismos ingredientes en unas y otros: brevedad, sencillez en el sabor, y, sobre todo, mucha sal.