La relación inseparable y bidireccional entre el cine y la urbe

La relación inseparable y bidireccional entre el cine y la urbe

17 Noviembre 2020
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Filmar la ciudad es un libro que nos explica por qué la relación cine-ciudad es una cuestión bidireccional en la generación de cultura: el cine expresa a las ciudades y las ciudades sirven para expresar al cine. Nos muestra de qué manera los espacios físicos o locaciones donde se filman las películas sirven de vehículo expresivo para transmitir mensajes específicos y, como resultado, generar nuevos significados en la cultura donde se insertan.

En una primera parte, Filmar la ciudad presenta ensayos académicos que se desarrollan a partir de analizar obra filmográfica en España, México y Cuba. Así, acerca de Madrid, se analiza la importancia simbólica de lugares tales como la Puerta del Sol y la Calle de Alcalá, la Gran Vía o los suburbios como sitios en donde se lleva a cabo la apropiación del espacio urbano por distintos grupos sociales y esto sirve para la construcción de las narrativas. De Barcelona, se analizan tópicos como el cine de inmigración visto como una subcategoría del cine social, la importancia del cine para la internacionalización de la ciudad o acerca de las diversas representaciones que se han hecho acerca de la modernidad en una ciudad tan cargada de historia.

Con respecto a nuestro país, se analiza a Tijuana como un lugar donde se desarrolla cine de intervención, caracterizado por ser primordialmente documental, independiente, distópico y artesanal. Sobre la Ciudad de México se habla de los espacios urbanos como componentes imprescindibles para la construcción de los relatos fílmicos, donde son importantes monumentos, edificios y callejones, y se habla también sobre la importancia de capturar el bullicio de sus avenidas para transmitir una nueva estética de la ciudad.

Mientras que, sobre Cuba, se examinan dos temas: la construcción de una Habana ‘artificial’ donde los cineastas contribuyen a reafirmar un imaginario a partir de retomar referencias espaciales fuertes ya empleadas en literatura y en fotografía, así como el ‘decorado activo’, en donde los elementos paisajísticos de la ciudad sirven como lenguaje para transmitir emociones.

En una segunda parte, el libro presenta un apartado de creación, en el que cuatro cineastas presentan entrevistas o ensayos sobre sus experiencias. El común denominador en las disertaciones de este apartado nos habla acerca de las idiosincrasias del rodaje y del proceso de producción, en donde más allá del talento del cineasta, el azar juega un papel importante tanto en la producción final como en el desarrollo del espacio urbano.

Así, los análisis históricos, cinematográficos, estéticos y urbanísticos hacen de Filmar la ciudad un compendio rico en perspectivas que nos ayuda a comprender la compleja y contradictoria relación entre espacio fílmico y espacio urbano, que, como ya vimos, son elementos que van de la mano para la transmisión de mensajes y la construcción de nuevos significados.

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Filmar la ciudad es un libro que nos explica por qué la relación cine-ciudad es una cuestión bidireccional en la generación de cultura: el cine expresa a las ciudades y las ciudades sirven para expresar al cine. Nos muestra de qué manera los espacios físicos o locaciones donde se filman las películas sirven de vehículo expresivo para transmitir mensajes específicos y, como resultado, generar nuevos significados en la cultura donde se insertan.

En una primera parte, Filmar la ciudad presenta ensayos académicos que se desarrollan a partir de analizar obra filmográfica en España, México y Cuba. Así, acerca de Madrid, se analiza la importancia simbólica de lugares tales como la Puerta del Sol y la Calle de Alcalá, la Gran Vía o los suburbios como sitios en donde se lleva a cabo la apropiación del espacio urbano por distintos grupos sociales y esto sirve para la construcción de las narrativas. De Barcelona, se analizan tópicos como el cine de inmigración visto como una subcategoría del cine social, la importancia del cine para la internacionalización de la ciudad o acerca de las diversas representaciones que se han hecho acerca de la modernidad en una ciudad tan cargada de historia.

Con respecto a nuestro país, se analiza a Tijuana como un lugar donde se desarrolla cine de intervención, caracterizado por ser primordialmente documental, independiente, distópico y artesanal. Sobre la Ciudad de México se habla de los espacios urbanos como componentes imprescindibles para la construcción de los relatos fílmicos, donde son importantes monumentos, edificios y callejones, y se habla también sobre la importancia de capturar el bullicio de sus avenidas para transmitir una nueva estética de la ciudad.

Mientras que, sobre Cuba, se examinan dos temas: la construcción de una Habana ‘artificial’ donde los cineastas contribuyen a reafirmar un imaginario a partir de retomar referencias espaciales fuertes ya empleadas en literatura y en fotografía, así como el ‘decorado activo’, en donde los elementos paisajísticos de la ciudad sirven como lenguaje para transmitir emociones.

En una segunda parte, el libro presenta un apartado de creación, en el que cuatro cineastas presentan entrevistas o ensayos sobre sus experiencias. El común denominador en las disertaciones de este apartado nos habla acerca de las idiosincrasias del rodaje y del proceso de producción, en donde más allá del talento del cineasta, el azar juega un papel importante tanto en la producción final como en el desarrollo del espacio urbano.

Así, los análisis históricos, cinematográficos, estéticos y urbanísticos hacen de Filmar la ciudad un compendio rico en perspectivas que nos ayuda a comprender la compleja y contradictoria relación entre espacio fílmico y espacio urbano, que, como ya vimos, son elementos que van de la mano para la transmisión de mensajes y la construcción de nuevos significados.