Escritora tapatía adicta al té y a los finales tristes. Pasa más tiempo escribiendo para otros que para sí misma más cuentos sin terminar de los que le gustaría admitir. Pero por suerte aún le quedan muchas madrugadas de pandemia por delante.
Repentinamente, en marzo de 2020 nos colmamos de incertidumbre, fatalismo y esperanza. Como si alguien más hubiera escrito justo lo que temíamos, sentíamos o imaginábamos con locura, de pronto notamos que el mundo ya giraba diferente y que habría de resguardarse en casa: el enemigo invisible extendía su alcance y su rastro. Esas lejanas, peliculescas distopías se volvieron la inquietante reali...