Soñar una sirena, imaginar su rostro, dar sonido a su canto y su lenguaje, dibujar su figura manchada por la luna, tejer con viejos hilos el agitado océano de su amor incunable, trazar el alfabeto que emerge de su piel, y de cerca, beber la luz que hay en sus ojos, no es sencillo. El Sirenario define su vocación lúdica desde el título mismo; está hecho para jugar con los nombres, para conjugar ...